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Con La patria perdida quería describir la conciencia que se despierta en una pesadilla histórica y empieza a entenderla.
Entrevista a Vladimir Perisic
El 14 de junio se estrenó en los cines de España La patria perdida, la nueva película de Vladimir Perisic, que se presentó en la Semana de la Crítica de Cannes y ganó el Premio a Mejor Guion en la Mostra de cine de Valencia. Charlamos con el director.
Yo crecí con una madre que estaba en el partido socialista en los años noventa y tenía catorce años cuando empezó la guerra en Yugoslavia. El punto de vista de un niño sobre un padre y la política me parecía un ángulo de observación que podía compartir con el espectador, especialmente la dificultad de vivir un conflicto de doble lealtad entre el amor maternofilial y una conciencia moral. A través de esa historia, quería plantear si entre el amor maternal y la justicia estamos obligados a elegir.
Me interesaba el concepto de los formalistas rusos de “lo extraño”, que transmite lo ajeno, y seguir una conciencia que se despierta ante el mundo, basada en mi experiencia. La película intenta describir esa conciencia que surge en una pesadilla histórica y comienza a entenderla, similar a las estructuras de las tragedias griegas, donde el héroe todavía debe entender lo que ha pasado.
Sí, lo fue. La idea era hacer una película policíaca en la que la conciencia investigue y descubra que está del lado equivocado de la historia, similar al Edipo Rey, donde al indagar, se descubre culpable.
Rodamos esas escenas en octubre en una región al norte de Serbia, en una estación que parecía verano de manera engañosa. Quería reflejar esa ilusión de que Yugoslavia todavía existe, aunque en realidad todo ha terminado, y que solo falta que el protagonista se dé cuenta.
Prefiero películas que retienen y no expresan emociones explícitamente, ya que eso permite al espectador proyectarse. No doy guiones completos a los actores; ellos solo conocen el tema general. La filmación en orden cronológico imita la progresión de la conciencia del protagonista, creando una especie de documental sobre el proceso de rodaje, que se adapta al tema de cada película.
No me gustan las reconstrucciones históricas tradicionales. Prefiero un estilo más cercano a la Nouvelle Vague, rodando en el presente y en lugares que no han cambiado, usando 16mm para dar un aspecto documental y auténtico, como si la película fuera de los noventa pero no proyectada hasta ahora.